Una enfermedad demasiado agresiva acaba cavando su propia tumba. Si es capaz de extenderse con rapidez, y acabar con la vida de todos los seres a quienes ataca, pronto no queda nadie que pueda caer enfermo. Y desaparece. Pero las enfermedades no piensan y parece que las extinciones conjuntas de seres vivos con sus enfermedades se han sucedido a lo largo del tiempo.
Hay algunas extinciones recientes que no tienen una justificación conocida. Por ejemplo, la extinción masiva, hace 10.000 años, de 135 especies animales del continente americano. Las dos teorías que competían por explicarlo eran un cambio climático importante o la caza masiva por parte de los nativos americanos. Pero esta última hipótesis no explicaba porque los búfalos u otros animales consiguieron sobrevivir a la caza. Y no parecía fácil llevar a la extinción a animales como los perezosos gigantes. Tampoco explicaba porque no hubo ningún nuevo caso de extinción en los 9.500 años siguientes. Hasta que aparecieron un par de científicos, Ross D.E. MacPhee y Preston A. Marx, con una tercera alternativa.
Las llamaron hiperenfermedades. Enfermedades tan demoledoras que eran capaces de acabar con una o incluso varias especies sin dejar supervivientes. Inicialmente era una idea puramente teórica y que sonaba a ciencia ficción. Una exageración de mala película. Algunas enfermedades como la tuberculosis pueden causar una gran mortandad, por ejemplo, en algunos parques naturales. Pero el consenso científico consideraba que siempre quedaría algún individuo resistente a la enfermedad. Sin embargo, el estudio cuidadoso de diversas extinciones en islas aisladas empezó a dar pruebas en su apoyo. Por ejemplo, hace cien años, un barco llevo a la aislada isla de Navidad unos cuantos especimenes de rata europea. Al mezclarse con la especies nativas (Rattus macleari y Rattus nativitatis) empezaron a competir por los alimentos. Pero fue un lucha muy breve. Repentinamente, empezaron a aparecer ratas enfermas y moribundas al borde de los caminos. Nueve años después no quedaba una sola rata nativa. Las ratas de origen europeo les habian transmitido una enfermedad a la que ellas mismas eran resistentes. Hay mas casos posibles pero, de momento, las pruebas son demasiado escasas.
¿Es posible una extinción a una escala muy superior? ¿Continentes en lugar de pequeñas islas? Sin duda es teóricamente posible pero resulta difícil de aceptar sin pruebas mas concluyentes. Por eso se esta trabajando para encontrar restos de antiguas extinciones. Desenterrando cadáveres de mamuts en Siberia se intenta encontrar suficiente material para determinar la causa de su muerte.
¿Seria posible una extinción similar en el caso de los humanos? ¿Incluso con nuestra tecnología médica? Podemos imaginar una enfermedad tan contagiosa como la gripe pero que, como el SIDA, tardase años en manifestarse y provocar la muerte. En ese caso, no dejaría mucho tiempo para buscar un tratamiento. Quizás la Tierra sea una isla demasiado pequeña después de todo. Quizás tengamos que pensar en extendernos por el espacio aunque solo sea como precaución.
Hay algunas extinciones recientes que no tienen una justificación conocida. Por ejemplo, la extinción masiva, hace 10.000 años, de 135 especies animales del continente americano. Las dos teorías que competían por explicarlo eran un cambio climático importante o la caza masiva por parte de los nativos americanos. Pero esta última hipótesis no explicaba porque los búfalos u otros animales consiguieron sobrevivir a la caza. Y no parecía fácil llevar a la extinción a animales como los perezosos gigantes. Tampoco explicaba porque no hubo ningún nuevo caso de extinción en los 9.500 años siguientes. Hasta que aparecieron un par de científicos, Ross D.E. MacPhee y Preston A. Marx, con una tercera alternativa.
Las llamaron hiperenfermedades. Enfermedades tan demoledoras que eran capaces de acabar con una o incluso varias especies sin dejar supervivientes. Inicialmente era una idea puramente teórica y que sonaba a ciencia ficción. Una exageración de mala película. Algunas enfermedades como la tuberculosis pueden causar una gran mortandad, por ejemplo, en algunos parques naturales. Pero el consenso científico consideraba que siempre quedaría algún individuo resistente a la enfermedad. Sin embargo, el estudio cuidadoso de diversas extinciones en islas aisladas empezó a dar pruebas en su apoyo. Por ejemplo, hace cien años, un barco llevo a la aislada isla de Navidad unos cuantos especimenes de rata europea. Al mezclarse con la especies nativas (Rattus macleari y Rattus nativitatis) empezaron a competir por los alimentos. Pero fue un lucha muy breve. Repentinamente, empezaron a aparecer ratas enfermas y moribundas al borde de los caminos. Nueve años después no quedaba una sola rata nativa. Las ratas de origen europeo les habian transmitido una enfermedad a la que ellas mismas eran resistentes. Hay mas casos posibles pero, de momento, las pruebas son demasiado escasas.
¿Es posible una extinción a una escala muy superior? ¿Continentes en lugar de pequeñas islas? Sin duda es teóricamente posible pero resulta difícil de aceptar sin pruebas mas concluyentes. Por eso se esta trabajando para encontrar restos de antiguas extinciones. Desenterrando cadáveres de mamuts en Siberia se intenta encontrar suficiente material para determinar la causa de su muerte.
¿Seria posible una extinción similar en el caso de los humanos? ¿Incluso con nuestra tecnología médica? Podemos imaginar una enfermedad tan contagiosa como la gripe pero que, como el SIDA, tardase años en manifestarse y provocar la muerte. En ese caso, no dejaría mucho tiempo para buscar un tratamiento. Quizás la Tierra sea una isla demasiado pequeña después de todo. Quizás tengamos que pensar en extendernos por el espacio aunque solo sea como precaución.
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